sábado, 26 de septiembre de 2009

CLAUDIA LUISA DE MELO (BRASIL) Pertenece a una familia de ingenieros. Su padre y su hermano ejercen esa profesión en Río de Janeiro.

son los nuevos vigueses

La brasileña Claudia Luisa de Melo Malla (43 años) prefirió abandonar los estudios antes de ir a la universidad, para dedicarse a la venta de perfumes en una prestigiosa tienda de la capital carioca, escalando hasta la gerencia. En las vacaciones del año 1991 viajó a España. Quiso conocer las Rías Baixas y, en una breve estancia en Vigo, se enamoró de un empresario vigués. Su vida iba a dar un giro de 180 grados. Lleva aquí dieciocho años.Ahora vive con su segundo marido, un vallisoletano, que se dedica a hacer publicidad en a zona de A Pedra, para un restaurante que, curiosamente, se llama Rías Baixas. Ella también le echa una mano. «Alguna esposa se cela al invitar a su marido a que venga a comer al restaurante y me han hecho perder clientes», afirma sonriente.Con su primer amor, el empresario vigués, le fue todo muy deprisa. En un par de meses aterrizó en Vigo con su madre y un hijo, que tenía de una relación anterior. Un mes después, retornó a Brasil con su familia y su nueva pareja. Se hicieron con un apartotel en Copacabana y ella fue la encargada.Recuerda con agrado su estancia en la firma de perfumes brasileña Água de Cheiro . «Es una fragancia que aún se vende en Portugal. Adquirí un buen conocimiento de los extractos de esencias. En España hay perfumes muy fuertes, mientras que en mi país abundan más las colonias frescas y suaves, debido al fuerte calor. Logré hacer muchas ventas, incluso me subieron al sueldo. Pero vine de excursión a Madrid, nos desplazamos a León y luego a Galicia, donde conocí a mi enamorado, y lo dejé todo por él», explica.Dice que, aunque no se consolidó ese primer amor, aún sigue teniendo buena amistad con él. Pasado un tiempo, cuando ya trabajaba de camarera en un after house de Vigo, que abría a las cinco de la madrugada y cerraba al mediodía, conoció a un taxista de Ponferrada y acabó casándose con él. Pero de este matrimonio no tiene gratos recuerdos. En la barra de ese bar pasó cinco años. Luego estuvo cuidando a personas mayores y niños. Trabajó en el servicio doméstico. Volvió de camarera. También realizó labores en la limpieza. Y hasta se ganó la vida vendiendo ropa brasileña.«He traído muchas maletas llenas de ropa, sobre todo bañadores, y la he vendido en Vigo. Era otra época. Las brasileñas que vivían aquí solo querían vestirse con prendas de su país.», afirma. «Iba cada tres meses a Brasil y venía cargada de ropa, porque me la sacaban de las manos. Pero ya llevo diez años sin ver a mi familia y tengo morriña», añade.Esa prolongada ausencia de Claudia de Melo a Río de Janeiro confirma que es una brasileña atípica. «No me gustan los carnavales. Quizá se debe a que no tengo sangre carioca, porque mi padre es portugués (Vilanova de Gaia) y mi madre es de descendencia italiana, de calabreses. Por mis venas no corre la samba. Me gusta leer mucho y sobre todo ver exposiciones de pintura. He visitado el Museo del Prado y todos los de Vigo. Me gustan mucho las obras de la pintora brasileña Tarsila do Amaral. Algunos cuadros se expusieron aquí y los fui a ver», argumenta.
Por Xulio Vasquez

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