viernes, 23 de octubre de 2009

«Decidí emigrar a Vigo porque en Caracas hay mucha inseguridad»


Yasu Correia Pelayo (venezolana)

Trabajaba de diseñadora gráfica y ahora arregla electrodomésticos y vende fruta


Acaba casi de estrenar un ciclomotor y, cuando se encontraba en la plaza de Venezuela, se le acercó un individuo empuñando una pistola y, con cara de pocos amigos, la conminó a que se bajase de la moto, para subirse él, alejándose con la misma velocidad que apretaba el acelerador. No los volvió a ver, pero Yasu Correia Pelayo (33 años) se quedó con el susto en el cuerpo y esa vivencia personal contribuyó a que un buen día se decidiese a hacer las maletas y cruzar el charco.

«Decidí emigrar a Vigo, porque en Caracas hay mucha inseguridad», afirma.
Lleva apenas un año en la ciudad, aunque antes estuvo una semana en Madrid, otra en Barcelona y también pasó el mismo período de tiempo en Málaga. Hasta estuvo tentada de buscar trabajo en la mencionada capital andaluza, porque le gustaba el clima y la calidez de la gente. Sin embargo, valoró más le hecho de que en Vigo vivía una hermana suya por parte de madre, junto con una sobrina. Comparte piso con ellas.
«El padre de mi hermana es vigués. Fue a Venezuela de muy joven y luego retornó. Lleva aquí más de quince años», señala.
Su madre sigue allá y trabaja como administrativa de una empresa de la construcción. Ya vino a visitarlas y esperan que en un futuro no muy lejano se reúna con ellas definitivamente.
Yasu Correia es diseñadora gráfica. «Hacía cosas de papelería, diseños para revistas y editoriales, incluso para páginas de prensa. También me dedicaba a la fotografía publicitaria, lo que me permitía juntar un salario para poder vivir. Incluso trabajé para Radio Fe y Alegría, una emisora educativa, que también retransmitía horarios de misas», explica.
Residía en el barrio de La Candelaria, donde conoció a muchos gallegos que emigraron allá. Curiosamente, su madre es natural de A Coruña, mientras que su padre es portugués y ahora vive en Venezuela, tras haber pasado un tiempo en Estados Unidos.
«Nosotros tuvimos una pequeña fábrica de puertas pero, debido a la fuerte crisis económica en nuestro país, tuvimos que cerrar el negocio. En Venezuela hay una subida de precios constante, lo que no ocurre en España, aunque aquí también hay mucho paro. El sueldo mínimo allá son algo más de 800 bolívares, sobre 250 euros al cambio. No llega para pagar la mitad del alquiler de un piso en Caracas, aunque nosotras vivíamos en el piso de nuestra abuela», argumenta.
«En Vigo puedo salir a la calle con mi cámara fotográfica colgada al cuello sin que me la vaya a robar, mientras que en mi país sería un milagro que no me la cogiesen», añade.
Tiene la nacionalidad europea y la revolvió a través de Portugal, por ser la nacionalidad de su padre. Ahora pretende conseguir la nacionalidad española. «Desde que llegué a Vigo he trabajado reparando electrodomésticos, con la ayuda del padre de mi hermana, que es profesional en esta materia», afirma.
Acaba de coger el traspaso de una frutería. «Le puse Las Pelayo, por el apellido. Está en el número 42 (bajo) de la calle Barcelona», señala. Dice que ya va consiguiendo clientes, aunque no le resulta fácil competir con las grandes cadenas. «También tengo fruta tropical», indica. Asimismo, sigue reparando aparatos de línea blanca, pero no descarta dedicarse al diseño gráfico.
Los nuevos Vigueses por:
Xulio Vázquez
LA VOZ DE GALICIA

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